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Desde hace rato me vengo encontrando con mensajes que utilizan la frase “Un hombre real” o “un hombre de verdad” para sensibilizar a los hombres acerca de la violencia de género y demás causas feministas. Mensajes tipo: “Un hombre de verdad no golpea a las mujeres”. Yo desconfío de estos mensajes, pues a todo esto: ¿Qué es un hombre real? ¿Qué es un hombre de verdad? ¿Hay hombres de mentiras?
En mi lectura de ese “hombre real” y ese “hombre de verdad” está el hombre heterosexual y patriarcal que teme perder estos “atributos-privilegios” por manifestarse a favor de la equidad. También está el hombre que renuncia a ciertos comportamientos macromachistas como la violencia física hacia las mujeres, para seguir con micromachismos, como la no participación en lo doméstico, el control del dinero o la intimidación con manipulación.
Creo que cuando se utilizan este tipo de mensajes, construidos y articulados de esa manera, lo que estamos haciendo es confundiendo, solapando y perpetuando el mismo machismo que queremos combatir. Porque esa expresión genera el mismo sentido de reafirmación absurda de la hombría-machista-patriarcal. Basta de decir “un hombre real” o “un hombre de verdad” porque no hay hombres “de mentiras o irreales”. Hay hombres machistas a grandes y menores escalas. Hay hombres machistas de todas las etnias y niveles sociales. Así también hay hombres que ya no queremos serlo.
¿Y si renunciamos a la categoría “hombre” y, en efecto, “mujer” para acabar con dicotomías que resultan estrechas y violentas para toda la diversidad humana que somos? ¿No creen que sería genial solo ser personas? Pero, en caso contrario, podemos redefinir lo que significa ser hombres y surgir muy lejos de esas violentas y machistas definiciones que hemos cargado durante siglos y siglos. Creo que podemos hacerlo.